Hace unos días atrás mientras hacía mis tareas diarias
vino a mi mente la pregunta… ¿Están mis
oraciones siendo conforme a la voluntad del Señor?
Y es que la aspiración más alta de todo ser humano
debe ser darle gloria a Dios y esto incluye orar de acuerdo a Su voluntad. Pero
nosotras como ser humanos muchas veces no sabemos cómo hacerlo, y lo hacemos de
forma desordenada y sin saber realmente si son voluntad de Dios recibirlas.
Por eso es muy importante cada día pedir al Padre por
sabiduría, para así ser sabias a la hora de orar por nuestras peticiones y
necesidades, veamos…
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la
onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.”
Santiago 1:5-6
Así que orar de acuerdo a la voluntad de Dios,
incluye pedir sabiduría (para conocer la voluntad de Dios) y pedir con fe (para
confiar en la voluntad de Dios).
Veamos lo que nos enseña su Palabra…
“Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a
Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.” 1 Juan 5:14
Pero ¿Qué significa orar conforme a la voluntad de
Dios?
Es cuando pasa de nuestro corazón al corazón del
Señor Jesús, y él cual único intermediario, se identifica y apropia de nuestros
ruegos, para presentarlos delante del trono de la gracia de Dios. Es pedir lo
que el Señor Jesús pediría si estuviera en nuestra situación.
Existen varias condiciones para una oración eficaz.
Veamos…
“Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables
delante de él.” 1 Juan 3:22
Y es que siempre nos han enseñado solamente la parte
fácil y agradable, nos citan únicamente lo siguiente:
"Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo,
lo recibiréis". Mateo 21:22
Convirtiendo la oración en una promesa con respuesta
inmediata y positiva, pero eso no es lo que enseña la Palabra de Dios. Vemos
que el Señor dice mucho más que eso. Porque para poder recibir lo que pedimos debemos
guardar sus mandamientos y hacer las cosas que son agradables a Él.
Algunas instrucciones bíblicas que nos guiarán para
orar de acuerdo a la voluntad de Dios son:
-Orar por lo que la Biblia manda que oremos. Se nos
dice que oremos por nuestros enemigos (Mateo 5:44); para que no entremos en
tentación (Mateo 26:41); para aliviar la aflicción (Santiago 5:13); y por la
salud de hermanos creyentes (Santiago 5:16). Donde Dios ordena la oración,
podemos orar con la confianza de que estamos haciendo Su voluntad.
-Sigue el ejemplo de personas piadosas en la
Escritura. David oraba por misericordia y perdón cuando pecó, (Salmos 51:1-2).
La iglesia primitiva oraba por valor para testificar (Hechos 4:29). Estas
oraciones estaban de acuerdo a la voluntad de Dios, y en la actualidad se
pueden hacer oraciones similares. Así como Pablo y la iglesia primitiva,
nosotros deberíamos estar orando siempre por la salvación de otros, tanto por
los que conocemos (seres queridos que aún no conocen a Cristo) como por los que
no conocemos, especialmente por aquellos en autoridad sobre nosotros. Por
nosotras mismas, debemos orar como lo hizo David, siempre conscientes de
nuestros pecados y trayéndolos ante Dios antes que obstruyan nuestra relación
con Él y frustren nuestras oraciones.
-Ora con la motivación correcta. Los motivos egoístas no serán bendecidos por Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3). También debemos orar, no para que nuestras elevadas palabras puedan ser oídas y podamos ser vistas por otros como “espirituales,” sino mayormente en privado, en secreto, para que nuestro Padre celestial que escuchará en lo privado, nos recompense en público (Mateo 6:5-6).
-Ora con un espíritu de perdón hacia otros (Marcos 11:25). Un espíritu de amargura, enojo, de venganza u odio hacia otros, evitará que nuestros corazones oren en total sumisión a Dios.
-Ora con la motivación correcta. Los motivos egoístas no serán bendecidos por Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3). También debemos orar, no para que nuestras elevadas palabras puedan ser oídas y podamos ser vistas por otros como “espirituales,” sino mayormente en privado, en secreto, para que nuestro Padre celestial que escuchará en lo privado, nos recompense en público (Mateo 6:5-6).
-Ora con un espíritu de perdón hacia otros (Marcos 11:25). Un espíritu de amargura, enojo, de venganza u odio hacia otros, evitará que nuestros corazones oren en total sumisión a Dios.
Ora con acción de gracias (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6-7). Siempre
podemos encontrar algo por qué estar agradecidas, sin importar cuán cargadas
estemos por nuestras circunstancias o necesidades. Aun la persona que más sufra,
tiene motivos para estar agradecida a Dios.
-Ora persistentemente (Lucas 18:1; 1 Tesalonicenses 5:17). Debemos perseverar en la oración y no renunciar ni desanimarnos porque no hayamos recibido una respuesta inmediata. Parte de orar en la voluntad de Dios, es creer, que sin importar su respuesta, aceptemos Su decisión, nos sujetemos a Su voluntad, y continuemos orando.
-Depender del Espíritu de Dios en la oración. Esta es una verdad maravillosa: “Y de igual manera El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27). Tenemos la ayuda del Espíritu en la oración. En tiempos de nuestra más profunda depresión o pena, esos tiempos cuando sentimos que “simplemente no podemos orar,” tenemos el consuelo de saber que Dios Mismo, en la Persona del Espíritu Santo, ¡está realmente orando a Sí Mismo por nosotros! ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!
¡Qué seguridad podemos tener, cuando buscamos andar en el Espíritu y no en la carne! Entonces podemos tener la confianza de que el Espíritu Santo realizará Su trabajo al presentar nuestras oraciones al Padre de acuerdo a Su perfecta voluntad y tiempo, y nosotros podemos descansar en la certeza de que Él está trabajando en todas las cosas para bien (Romanos 8:28).
-Ora persistentemente (Lucas 18:1; 1 Tesalonicenses 5:17). Debemos perseverar en la oración y no renunciar ni desanimarnos porque no hayamos recibido una respuesta inmediata. Parte de orar en la voluntad de Dios, es creer, que sin importar su respuesta, aceptemos Su decisión, nos sujetemos a Su voluntad, y continuemos orando.
-Depender del Espíritu de Dios en la oración. Esta es una verdad maravillosa: “Y de igual manera El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27). Tenemos la ayuda del Espíritu en la oración. En tiempos de nuestra más profunda depresión o pena, esos tiempos cuando sentimos que “simplemente no podemos orar,” tenemos el consuelo de saber que Dios Mismo, en la Persona del Espíritu Santo, ¡está realmente orando a Sí Mismo por nosotros! ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!
¡Qué seguridad podemos tener, cuando buscamos andar en el Espíritu y no en la carne! Entonces podemos tener la confianza de que el Espíritu Santo realizará Su trabajo al presentar nuestras oraciones al Padre de acuerdo a Su perfecta voluntad y tiempo, y nosotros podemos descansar en la certeza de que Él está trabajando en todas las cosas para bien (Romanos 8:28).
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Ligia Esquivel